Cielo azul, alguna nube en el horizonte, hierba verde, muy verde, en pleno mes de agosto, y árboles frondosos que se mueven suavemente con la brisa estival.
Dos meses en un rinconcito perdido de algún lugar de la República Checa dan para mucho. No solo para pasar frío y desconectar de un mundo del que a veces quieres escapar, sino también para encontrar a gente maravillosa que permanecerá en tu vida para siempre y, ya de paso, encontrarse a uno mismo un poco más que de costumbre.
Mientras estuve allí, aproveché para leer de nuevo La historia interminable, donde Michael Ende habla de un reino fuera de la tierra, el reino de Fantasía y de las aventuras del valiente Atreyu y Bastian Baltasar Bux. A simple vista, un libro para niños, pero que esconde muchas de esas cosas que los mayores olvidan frecuentemente y que no está mal repasarse de vez en cuando. Yo no me considero "mayor" todavía. Tampoco me considero una "niña", (aunque me gusta perderme entre los estantes de juguetes de los centros comerciales). Creo que estoy a medio camino, quizá porque me he leído La historia interminable recientemente o quizá porque he pasado dos meses junto a tres mocosos que hacen que se me ilumine la cara cada vez que pienso en ellos.
Atreyu viajó a lo largo y ancho del reino de Fantasía en busca de las fronteras con el mundo de los humanos, para poder encontrar a aquel que diera un nuevo nombre a la Emperatriz Infantil, la gobernadora de Fantasía. Mientras tanto, la nada se extendía por el reino destruyendo todo a su paso. Si un humano no venía a Fantasía, esta acabaría por desaparecer.
Mientras tanto, en el ático del colegio, Bastián Baltasar Bux leía bajo una manta un libro que había robado en una librería, era La historia interminable. Bastián siempre había sido bueno inventando historias, así que fue él el que se inventó el nuevo nombre para la Emperatriz Infantil. Al gritar el nuevo nombre, Bastían entró en la propia historia interminable, y su tarea fue la de crear de un granito de arena toda Fantasía.
Sin embargo, al formular cada nuevo deseo, iba olvidándosele un poco del mundo de donde venía.
Bastián conoció el poder, hasta tal punto de olvidarse de sí mismo y de sus amigos, Atreyu y Fujur, el dragón blanco de la suerte. Pero solo cuando estuvo totalmente perdido encontró su recuerdo en las minas de Fantasía, donde estaban enterrados lo sueños de todos los humanos, y consiguió volver a traspasar las fronteras, con la ayuda de su incondicional amigo Atreyu, a través de la Fuente de la Vida y volver a su mundo, donde desde ese momento supo apreciar lo que tenía.
Este libro nos cuenta cómo las personas olvidamos las ganas de soñar y cómo la ambición descontrolada puede llegar a acabar con nuestra propia existencia. Al olvidar los sueños, estamos destrozando Fantasía, ese lugar en donde no estaría mal escaparse de vez en cuando para encontrar nuestro verdadero yo, como hace Bastián, y poder valorar lo que tenemos antes de que sea demasiado tarde.
Parece que solo nos acordarmos de Fantasía cuando el tiempo se está agotando. Dejamos de hacer lo que nos apetece por las obligaciones diarias o por pereza, pero cuando vemos el final de una etapa, intentamos sacar lo máximo de ella. ¿No sería más sencillo distribuir estos momentos más equitativamente a lo largo de nuestra vida?
Dum luquimus, tempus irremediabilis fugit. Carpe diem quam minimum credula posterum.
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