Los rayos de sol rompen el silencio de la noche. Los girasoles despiertan otro día más. La luz se rompe en mil pedazos en el vaso de agua de la mesita de noche y se posa en su rostro. Siente el frío del suelo sobre sus pies. Decide abrir la ventana del alma. No hay nada al otro lado y se siente solo. Sigue mirando. Nada. Los rayos de sol no han penetrado allí todavía.
Sale por la puerta y le saludan. No oye a nadie. Solo hay vacío. La brisa del aire fresco entra por los poros de su piel, y eso le hace feliz. Una margarita se tropieza con él. La observa. Es pequeña. Quiere deshojarla. Quiere saber si le quiere o no le quiere. Lo que no quiere saber es que así no lo adivinará. Juega al azar con la margarita.
Sí. No. Sí. No.
¿Sí?
No importa. La margarita llora porque le han quitado cinco pétalos. Sin embargo, seguirá allí en el camino, para volver a tropezarse con otro pobre iluso.
Él sigue su camino. Siente el suelo bajo sus pies y eso le hace feliz. Sube hasta la cumbre de la montaña. Se siente poderoso. Vuelve a mirar a la ventana del alma.
Ve una margarita a la que la han quitado cinco pétalos. La margarita está llorando. Él se entristece porque piensa que llora porque ya no tiene cinco pétalos.
La margarita le habla y le dice que no se entristezca. Que solo llora porque le da pena que tenga que recurrir a ella, que es pequeña e inocente. Le da pena que los humanos recurran a las margaritas para averiguar si les quieren o no les quieren. Que si se lo preguntaran directamente entre ellos, las margaritas no sufrirían tanto.
Cerró la ventana del alma, y volvió sobre sus pasos. No quiso hacer caso a la margarita. Le parecía muy difícil lo que le proponía. Su ventana volvió a quedarse vacía.
Me gusta tu blog, ¡qué bien escribes! Besos
ResponderEliminarEso es que me lees con buenos ojos :). A mí también me encanta el tuyo! Me hace recordar aquellas clases de Arte que tanto me gustaban :)
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