domingo, 10 de febrero de 2013

10/02/2013

Un año después. Otra ciudad, otra vida, otra gente, otros sentimientos. Todavía recuerdo el miedo con el que subí al avión, las lágrimas al leer el último mensaje, el peso de las maletas, la carrera por el aeropuerto de París, la primera brisa al pisar suelo libanés, las familias de libaneses que se esperaban en el aeropuerto y se abrazaban, las 1000 liras que nos timó la dependienta del puesto de agua, Rouba, la Corniche, el primer shawarma de verdad, el viento que hacía aquella noche, las emociones que estaba soportando mi corazón.
Lo recuerdo todo. Todo como si fuera ahora, como si fuera ayer. Recuerdo cómo salí de una vida para entrar en otra, recuerdo cómo no quería salir, no en aquel momento. Recuerdo cómo no me desprendí de ese sentimiento durante cuatro meses. Mi corazón no había superado el shock.
Fue la mayor y mejor experiencia de mi vida, con sus momentos buenos y malos, con sonrisas y con sus lágrimas. Beirut me enseñó y me sigue enseñando, crece en mí cada día.
Cómo cambia la vida en un año, es asombroso, pero no es que la vida cambie, es que la cambiamos nosotros. La vida es lo que nosotros queremos que sea, lo interesante que la deseemos, lo triste que la decidamos y lo feliz que imaginemos.
Para mí es inevitable dejarme llevar por los sentimientos. A veces llegan y me arrastran  y me sumergen en el pozo más profundo de mí misma, otras veces me hacen volar, como las cometas, me llevan por el aire y vuelvo a ver la luz brillar, pero ahora sé que por encima de ellos estoy yo. Ahora sé que puedo controlarlos.
Quizá eso me hubiera sido útil en Beirut, pero aunque no lo fuera entonces, lo está siendo ahora. En otra ciudad, en otro país, con otras circunstancias. Lo mejor es que Beirut y Birmingham empiezan con "B", quizá es una señal del destino, quizá es mera casualidad.

A mí me gusta pensar que todo pasa por alguna razón :)

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