lunes, 22 de octubre de 2012

Sin querer ha entrado por la ventana y ha invadido la habitación. Lo mismo no ha sido por la ventana, también ha podido ser por la puerta. Puerta, ventana, rendijas, chimenea. Pude haber entrado por cualquier parte. El caso es que está aquí, invade mi habitación y me acaricia suavemente.
Mientras, pienso cómo sería el allí ahora. Si habrá un aquí más tarde. Si volverán a escucharse los fuegos artificiales sin miedo. Si las palomas volarán libres otra vez.
Quizá no haya más palomas surcando el cielo en mucho tiempo, ni fuegos artificiales que lo hagan resplandecer. Quizá haya llegado el momento de sacar la llave y echar el candado. El momento de huir, el momento del exilio, de la salvación.
Beirut, ciudad de locos, ¿qué te están haciendo?. No dejes que te maten. No dejes que te recostruyan. No dejes que esos que te odian te venzan. Hay gente que te quiere, Beirut, y lo sabes. No quiero volver y encontrarme a otra persona y no reconocerte.
Aunque eso no va a pasar. Beirut, sé que renaces de sus cenizas como el ave fénix, después de envolverte en llamas, pero no, no lo hagas esta vez. No te contamines con el odio de tus detractores porque muchos libaneses están enamorados de tus calles, de Hamra, de Gemmayze, de la mezquita Rafiq Hariri, de Ashrafiyeh, de Raouche, de Furn El Chebbek, de tu gente, de ti Beirut, que tienes un corazón de acero y algodón.


1 comentario:

  1. Qué delicadeza desprende tu escritura, y cuánto amor por la paz y la tranquilidad en esta ciudad que es Beirut y que tan cerca te llega.

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