lunes, 29 de octubre de 2012


Aquella noche había llovido, había sido esa lluvia ligera que hace un leve ruido en los cristales, tan silencioso que casi no se escucha y que deja gotitas de agua sobre las briznas de hierba de la calle y sobre las ventanas de los coches.
Pero esa mañana había salido el sol. Sí, brillaba entre los edificios, la luz se abría paso con fuerza a través de las nubes algodonadas que habían sido testigo de alguna mirada, quizá algún beso, unas cuantas palabras y por qué no, también sonrisas y lágrimas.
El sol se reflejaba en el retrovisor y dificultaba la visibilidad. Mientras, me esforzaba por distinguir una silueta que se me antojaba familiar. Lo ajusté, me puse las gafas de lejos. Sí, ahí estaba. Después de tanto tiempo. El corazón me dio un vuelco, como siempre, como era de esperar. Otra vez no, no vuelvas a caer, me dije.
Se dio la vuelta, venía en dirección a mi coche. Podía sentir los latidos del corazón en mi pecho, en mi estómago, en mi sien, en mi cuello. Intenté disimular, miré para otro lado, fingiendo que buscaba algo en el bolso, deseando que me reconociera.
Pasó de largo, (mierda). Dejé de fingir y miré cómo se esfumaban sus pasos. De repente, algo se le cayó al suelo, se dio la vuelta y adivinó mi rostro tras el cristal del coche. Cambié la mirada, pero fue inútil. Se dio la vuelta y vino a saludarme.
-¡Hey, no te había visto! ¡Cuánto tiempo!
-Eh … ¡hola! Yo tampoco, te he reconocido hace un momento, pensaba… ¡llamarte por la ventana!
-Estás genial, no has cambiado nada.
-Gracias, tú tampoco.
Silencio.
Silencio.
Sonido de móvil. Voz de chica que se escucha al otro lado. Intuición femenina.
- Sí, estoy justo en esa calle. Ah ¡ahí estas!
Y allí estaba yo, sentada dentro del coche, aún con el corazón del revés. Ahí estaba él, esperándola a ella. Y ahí estaba ella, sin saber quién era yo.
Y el tiempo pasó, y las heridas se curaron. Otras nuevas se abrieron que volvieron a sanar. Endureciendo el corazón que tenía cada vez más hierro y menos algodón. También porque, con el tiempo, aprendí a protegerlo con una coraza.

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