Como montar en una montaña rusa y conseguir mantener el equilibrio al poner los pies en el suelo. Correr hacia el infinito, hacia esa puerta que nunca se alcanza, con las zapatillas desgastadas, y seguir corriendo, porque el cansancio no consigue hacer mella en ti. No ahora. Esperar a que el cemento caiga sobre ti, cuando no estás solo, para petrificar el momento y congelar el tiempo y el espacio. Alargar tu mano, para llegar allí, al objeto inalcanzable, y quedarte con las manos vacías, mirándolas, deseando que fueran las suyas.
Mirar el mar, mirar el cielo. Imaginar la frontera de allá y cómo atravesarla. No son más fronteras las construidas por humanos en la tierra que las construidas por nosotros en nuestros límites. Salir del borde del cuadro para imaginarte otros mundos posibles, ¡y sorprendernos de cuántos hay!
Reír lágrimas de sal y llorar sonrisas de algodón.
No saber por qué, nunca, nunca más.
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